Dos filósofos explican por qué la soberbia ha perdido a Cataluña

Superem l’esforç negatiu i descendent del nacionalisme.

La vida col.lectiva es fa gran, digna i útil quan serveix per sortir de sí mateixa, abnegar-se y avanzar hacia los demás para construir juntos. Es lo que hemos hecho desde siempre los catalanes y todos los españoles: renunciar a algo nuestro para dar fruto. Una gran verdad para los individuos y los pueblos.

Luisa Francisca de la Baume-le-Blanc de la Vallière, hija del marqués de la Vallière y después duquesa de Vaujour, nadió en Turena en 1644. Dicen que sus encantadora mirada no tenía par. Se enamoró de un rey de 23 años, Luis XIV, y durante 13 años fue una de sus amantes, dándole 4 hijos y viviendo a tutiplén en Versalles. En 1674 cumplió su deseo: imploró perdón de rodillas a la reina y entró en el Carmelo de París como Luisa de la Misericordia. Un año después Bossuet pronunció un célebre sermón con motivo de la profesión de la nueva carmelita:

«Esta alma que era dichosa porque Dios la había hecho a su imagen no quiso parecérsele, sino ser absolutamente como Él. (…) Quiso, como Él, hacer ella misma su felicidad. (…) Cayó desde Dios sobre ella misma. ¿Qué hará Dios para castigarla por su defección? Le dará lo que pide: buscándose a ella misma, se encontrará a sí misma. Pero hallándose a ella misma, -¡extraña confusión!- más bien se perderá a ella misma. Pues he aquí que ya empieza a desconocerse; transportada por su orgullo, dice: Yo soy un Dios, y me he hecho a mí misma. Así hace hablar el profeta a las almas altaneras, que ponen su felicidad en su propia grandeza y en su propia excelencia.

Efectivamente, es verdad que para poder decir: Quiero estar pagado de mí mismo y bastarme a mí mismo, hay que poder decir: Me he hecho a mí mismo, o mejor yo soy de mí mismo. Así el alma razonable quiere ser como Dios por un atributo que no puede convenir a ninguna criatura, es decir, por la independencia y por la plenitud del ser. Salida de su estado, por haber querido ser dichosa independientemente de Dios, no puede ni conservar su antigua y natural felicidad ni llegar a la que persigue en vano. Pero como aquí su orgullo la engaña, es necesario hacerle sentir por algún otro lugar su pobreza y su miseria. Basta para ello dejarla algún tiempo a ella misma; esta alma, que tanto se ha amado y buscado, ya no se puede soportar a sí misma. En cuanto está sola consigo misma, su soledad le horroriza (…) Por haberse buscado a ella misma, ella misma se convierte en su suplicio. Pero no puede permanecer en este estado, triste como es; es necesario que caiga todavía más bajo (…) por haberse buscado a sí misma, ¡qué pobre y cautiva es ahora!«.

Així era l’ànima de Mme de la Vallière a Versalles. Escolti, i tot això  què ve? Pues a que, como decía el gran Soloviev, el nacionalismo es a los pueblos lo que el egoísmo a las personas. Igual que las personas que, ensoberbecidas y egoístas, se buscan a sí mismas acaban perdiéndose, así también los pueblos se pierden cuando se ahogan en el pantano del egocentrismo nacionalista y renuncian a dar nada al mundo. Així ho explicava aquest meravellós deixeble de Dostoievski, més de 2 segles després de l’entrada de Madame de la Vallière al Carmel:

«“La nacionalidad es una fuerza positiva (…) En la aspiración a separarse y liberarse del todo la fuerza positiva de la nacionalidad se transforma en el esfuerzo negativo del nacionalismo. Esta es una nacionalidad desviada de sus fuerzas vivas, afilada en su exclusividad y dirigida con este filo hacia todos los demás (…). Y el pueblo que desee infaliblemente conservar su alma en el cerrado y exclusivo nacionalismo, la perderá (…) La abnegación personal, victoria sobre el egoísmo, no es la aniquilación de propio ego, de la propia personalidad, sino al contrario, es la elevación de este ego a un grado superior de ser. (…) El pueblo, renunciando al nacionalismo exclusivista, no sólo no pierde su vida autónoma, sino que sólo entonces recibe la verdadera misión de su vida .

Catalunya, Catalunya, què t’ha fet el nacionalisme! Te has cerrado sobre ti misma, renunciando a tu naturaleza, y encarcelándote en tu suficiencia te has hecho odiosa, acédica, pobre y triste. No tienes ya otra misión en el mundo que contemplarte como un Narciso borracho de soberbia. El nacionalisme i ses ideologies companyes t’han buidat l’ànima, y todavía caerás más bajo.

Superemos el nacionalismo o chapoteemos en la miseria.

Dolça i esguerrada Catalunya…



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2 comentarios

  1. Si Luisa Francisca de la Baume-le-Blanc de la Vallière, hija del marqués de la Vallière y después duquesa de Vaujour, nadió en Turena en 1644 y en 1974 entró en el Convento del Carmelo en París, me gustaría saber algo de su dieta y costumbres para durar más que un traje de pana, la moza. Trescientos y pico años. Y aquí cascamos como Felipón por una gripe china de nada, y ésta superó guerras, pestes, revoluciones y demás desgracias…

  2. Muy bien traído a colación, la verdad. Cataluña se descompone y se consume lentamente, pero inexorablemente, bajo la dictadura de un nacionalismo que no es más que soberbia, necedad e infantilismo. En las próximas elecciones veremos como continúa este proceso de autodestrucción, pues la sociedad catalana está podrida. Sin embargo, es importqnte que sigáis haciendo el trabajo que hacéis desde Dolça Cataluña, pues lo último que tenemos que perder los catalanes libres de nacionalismo es la esperanza. ¡¡Felicidades y gracias!!

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