Siguem patriotes i fugim del nacionalisme.
Hemos explicado muchas veces que el nacionalismo, una ideologia del segle XIX inventada per alemanys acèdics, va arrelar a Catalunya porque sus promotores lo colaron bajo lenguaje regional y camuflado, con ropajes de lo que era próximo y querido. És a dir, en nom del patriotisme ens van colar el nacionalisme. ¿Se acuerda de cuando Pujol decía que era un patriota? En realidad quería decir que era nacionalista. Hitler disimulaba menos y lo resumía así: “Soy un nacionalista, pero no soy un patriota”.
Confundir adrede la virtud del patriotismo con el vicio del nacionalismo ha sido la estratagema principal de esta ideología extraña para colonizar el corazón de miles de catalanes. Sus 2 efectos han sido deletéreos: por un lado lograr que muchos, hartos del nacionalismo, abominen también del patriotismo; por otro convertir a muchos patriotas en nacionalistas. Tot plegat un desastre.
Por eso para superar el nacionalismo es fundamental distinguirlo del patriotismo.
I què és el patriotisme? Doncs algo ben allunyat de la ideologia. Santo Tomás de Aquino, uno de los intelectos más privilegiados de la historia, reflexionó sobre esta virtud social, parte de la justicia relativa a los hombres entre sí. En concreto parte de la piedad, que Cicerón describía como «el servicio y culto diligente a quienes nos están unidos en la sangre y el amor a la patria». Mire lo que dice el Aquinate:
«El hombre se hace deudor de los demás según la excelencia y según los beneficios que de ellos ha recibido. Por ambos títulos, Dios ocupa el primer lugar, por ser sumamente excelente y por ser principio primero de nuestro existir y de nuestro gobierno. Después de Dios, los padres y la patria son también principios de nuestro ser y gobierno, pues de ellos y en ella hemos nacido y nos hemos nutrido. Por lo tanto, después de Dios a los padres y a la patria es a quienes más debemos. Y como a la religión toca dar culto a Dios, así en un grado inferior, a la piedad pertenece rendir un culto a los padres y a la patria. En este culto de los padres se incluye el de todos los consanguíneos, pues que son consanguíneos precisamente por proceder todos de unos mismos padres. Y en el culto de la patria se incluye el de los conciudadanos y de los amigos de la patria. Por lo tanto, a éstos principalmente se refiere la virtud de la piedad.
En lo mayor está incluido lo que es menor. Por lo mismo, el culto que se rinde a Dios incluye, como algo particular, el culto que se debe a los padres» (Suma Teológica, 2-2 q.101 a.1)
Normal: si ho pensem, quasi bé tot ho hem rebut, és un regal. Un regal de Déu, dels pares i de la pàtria: existencia, vida, cuerpo, color del pelo, lengua, cultura, costumbres, literatura, arte… todo lo que tenemos lo debemos. Agradecerlo a Dios, a los padres y a sus cosas (la patria) es un acto de justicia.
No necesitamos ni nacionalismos idólatras ni cosmopolitismos desagradecidos, ambas ideologías artificiales y adánicas. Patriotisme i prou.
Dolça i patriòtica Catalunya…
Categories: Pensando bien
Razón tienes, pero ¡ah! la mamandurria a los que muchos de «la casta» se han sumado, ¡no lo ve tan claro!
Y, hablando de deudas públicas impagables, ¿acaso no parecería justo y, a la vez, necesario, que se hicieran responsables, ellos y sus partidos o agencias de colocaciones (llámeseles con el eufemismo que se prefiera), y que abonasen esas facturas que siempre han repercutido sobre los lomos de los pecheros? ¿No existe un adagio (propio, esta vez no es chino, aun cuando muy sabio) que propone que quien acaba con la vajilla se queda con los restos y ha de pagar los platos rotos?
¿Dónde están los patriotas, esa rara avis? ¿Dónde, en Barcelona y en Madrid? ¿Acaso alguno de esos profesionales ama algo más allá de su sueldo y cargo? ¿Sería patriótico (o populista, como se ha dicho), rebajarse las pagas, especialmente cuando vienen mal dadas, y en todo caso, adecuarlas al decoro y a la justicia social? ¿Son sensibles a los sentimientos del pueblo o a las peripecias de sus cuentas bancarias? ¿Quién no recuerda a caudillos refugiados en Europa, inmensamente ricos, no pocas veces fugitivos de países misérrimos? ¡Ea! Sigamos adorando a esos becerros de oro. ¿Porqué no, si somos pretendidamente “racionales”?